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KANT: EL HOMBRE, EL TRABAJO Y LA OCIOSIDAD.

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Escrito por Brian O´Connor. Elogio de la ociosidad. Un ensayo filosófico sobre el valor de no hacer nada. Ediciones Koan. Barcelona. 2021
Creado: 26 Febrero 2021
Visto: 154

Kant no ofrece un relato general de la ociosidad, pero allá donde esta aparece en sus escritos, el autor suele intentar demostrar algo importante y positivo de lo que los seres humanos deberían tratar de ser. Aunque enfatiza los enormes esfuerzos que se requieren para producir un estado superior de virtud humana positiva- no solo la evitación del vicio-, está del todo en desacuerdo con un punto de vista igual que influyente: que el trabajo en sí es la fuente de la virtud. Algunos de los coetáneos de Kant- escritores de la Ilustración escocesa- eran de la opinión de que el homo sapiens es también, en esencia, un homo laborans. Como tal, el trabajo no es solo una necesidad práctica, un molesto pero inevitable medio de supervivencia; es la realización adecuada de una esencia interior de los seres humanos.[…] El tipo de trabajo apropiado debería ser más verdaderamente deseable que la ociosidad, porque esa tarea, por encima de cualquier otra actividad, podría realizar al trabajador. Kant también cree que el trabajo es algo bueno, aunque no porque esté interesado de manera general en la concepción económica de los seres humanos. De forma oficial, no lo está. El pensamiento que moldea su perspectiva de la ociosidad es, más bien, que es un modo de vida indigno para unos seres como nosotros. Lo que nos hace meritorios implica tanto autodesarrollo como desarrollo del mundo social por nuestra parte. Estas tareas requieren un cierto tipo de esfuerzo. Puede que ese esfuerzo no siempre nos guste, pero no hay base racional que nos proporcione motivos para evitarlo. Una vida de comodidad solo es posible cuando decidimos no tomar parte activa en influir el mundo que nos rodea. En ese desafortunado caso, no obstante, dejamos el mundo tal como lo encontramos, igual que hacen los niños sobreprotegidos. Nuestra naturaleza racional significa que no deberíamos huir del reto de la autorrealización, de tomar total posesión de nuestro yo como seres morales racionales (no, por tanto, como seres puramente económicos).

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SIMONE DE BEAUVOIR.

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Escrito por María Luisa Femenías. Ellas lo pensaron antes. Filósofas excluidas de la memoria. Ediciones Lea. Buenos Aires. 2019
Creado: 20 Enero 2021
Visto: 1299

[…] Beauvoir procedió a desmontar y denunciar la lógica de la opresión sexual y estableció, como pocas veces se había hecho antes, el carácter de constructo cultural del eterno femenino, alineándose no solo con los existencialistas en su rechazo a las esencias, sino también en una línea genealógica, que inicia en el siglo XVII con François Poullain de la Barre.

Nace el 8 de enero de 1908 en París y murió el 14 de abril de 1986. Se licenció en letras, con mención en filosofía, en 1928, concluyendo sus estudios universitarios en 1929 con una tesis sobre Leibniz. En esa etapa conoció a Simone Weil (1909-1943), aunque solo indirectamente hacen referencia una a la otra, y a Jean Paul Sartre, de quien nunca se separaría aunque mantuvieron siempre una relación abierta y libre, lo que les permitió a ambos mantener “amores ocasionales”, que Beauvoir relata en sus memorias.

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PLACEBO Y NOCEBO.

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Escrito por Eduardo Punset. Carta a mis nietas. Ediciones Destino. Barcelona. 2015
Creado: 26 Diciembre 2020
Visto: 1871

Pregunté sobre la prevención a uno de los mayores expertos en el estudio en el poder beneficioso- y dañino- de la mente, Irving Kirsch, psicólogo neoyorquino, director  del Programa de Estudios del Placebo en Harvard. De su respuesta se destilaba que las expectativas que ponemos en la vida pueden contribuir a prevenir muchas dolencias. Kirsch lleva décadas estudiando el efecto placebo y cómo éste influye en la salud de las personas. Gracias a trabajos como el suyo, hoy sabemos que buena parte de lo que esperamos es lo que cuenta con relación a cómo nos encontramos. En dicho aspecto Kirsch coincide con Tali Sharot, psicóloga israelí afincada en Londres que constata con sus investigaciones que los humanos gozamos de un carácter optimista innato. En consonancia con Sharot, según Kirsch, nuestra manera de ver las cosas y cómo nos sentimos dependen en buena parte de lo que anticipamos, de lo que esperamos, de lo que creemos. Esta expectativa está en la base del efecto placebo- y del nocebo-.  Las creencias optimistas y pesimistas de nuestro provenir condicionan el mismo. Que un medicamento funcione no solamente depende del principio activo, también está en juego la creencia del paciente sobre el efecto del fármaco. Lo corroboró Kirsch:” Sabemos, por ejemplo, que la morfina mitiga el dolor. Sin embargo, si el paciente no sabe que le están dando morfina, si se la administran por vía intravenosa sin decirle: “Ahora vamos a darte morfina”, ésta no resulta tan eficaz. Pierde la mitad de su eficacia. ¿Y esto qué significa? Pues que la mitad de la eficacia de la morfina como analgésico se debe a su composición química, pero la otra mitad tiene que ver con el cerebro, con la mente”.

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LA JUSTICIA SOCIAL.

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Escrito por J. Muñoz Redón- M. Güell Barceló. Historia de la filosofía. Editorial Octaedro. Barcelona. 2009
Creado: 16 Diciembre 2020
Visto: 1541

El término “justicia social” ya es usado en 1853 por John Stuart Mill en su famoso libro Utilitarismo: “La sociedad debería tratar igualmente bien a los que se lo merecen, es decir, a los que se merecen absolutamente ser tratados igualmente. Este es el más elevado estándar abstracto de justicia social y distributiva”.

Mill imagina que las sociedades pueden ser virtuosas de la misma forma en que pueden ser los individuos. Sin embargo, la demanda por el término de “justicia social” no surgió hasta los tiempos modernos, en que sociedades más complejas están regidas por leyes impersonales aplicadas con la misma fuerza a todos por igual gracias “ al imperio de la ley”.

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MAGIA, ALQUIMIA Y ASTROLOGÍA EN LOS ORÍGENES DE LA CIENCIA MODERNA.

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Escrito por AA. VV. La enciclopedia del estudiante. 18. Historia de la Filosofía. Editorial Santillana. Madrid. 2005
Creado: 05 Diciembre 2020
Visto: 1463

En el siglo XVI era difícil delimitar el ámbito de las ciencias naturales y el de la práctica alquímica o la reflexión mágico-astrológica. Durante el Renacimiento reaparecieron ideas neoplatónicas fusionadas con teorías precedentes de la cábala, la tradición hermética, la magia y la astrología.

Aunque parezca extraño algunas teorías de estas doctrinas influyeron en la creación de las ciencias modernas. Por ejemplo, el Dios que hace geometría del neopitagorismo, el culto neoplatónico y hermético al Sol o la noción neoplatónica de la armonía de las esferas.

Todas las disciplinas de esta época tenían su contrapartida ocultista, como afirman Reale y Antiseri: “no se puede negar el peso relevante que ejerció el pensamiento mágico-hermético incluso en los exponentes más representativos de la revolución científica”.

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  1. KANT Y LOS DERECHOS HUMANOS.

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